AUTOR: Adolfo Álvarez Barthe

2021 Luis Sáenz de la Calzada

Un análisis pictórico

PRÓLOGO

Ana Paniagua

 

Pertenezco a esa generación de leoneses que descubrió los morados fragmentados de Luis García Zurdo en la sala de espera de la consulta de mi pediatra, el animalario de Calzada  en el vestíbulo del hotel Quindós y los ocres de Vela Zanetti en el del Conde Luna.  Aún no estaban inventados los fines de semana gastronómicos en Can Roca y una clase profesional, cultivada y generosa, nos mostró a hijos, alumnos, clientes  y pacientes el respeto por el arte, el gusto por lo imperecedero y el buen criterio de invertir en nuestros artistas. Por lo demás, el legado de cada familia incluyó la libertad bajo el brazo y, como mínimo, un ejemplar del Quijote y una historia del arte universal adquirida a plazos, con la que ilustramos nuestros trabajos de bachillerato por ciencias o por letras. Todo ello mucho antes de situar Silicon Valley en un atlas  y de que las becas Erasmus y los vuelos low cost nos permitieran más sofisticadas y globales formas de conocimiento. Adolfo Álvarez Barthe y yo somos hijos de aquellos padres, con quienes hemos contraído una deuda  que solo podremos saldar reconociendo la herencia y agradeciendo los principios en virtud de los cuales, además, nos vemos obligados a intentar con nuestros descendientes tarea de similar envergadura. Como el pintor ha defendido en alguna ocasión, «importa lo que se recibe, cómo se recibe y, después, lo que se destila.»

En una tarde de abril de 2019, asistí en el Centro Leonés de Arte a una de las visitas guiadas que Barthe ofrecía entonces con motivo de la exposición de una cuidada selección de obras de  Luis Sáenz de la Calzada. Decir visita guiada es contarlo pero no abarcarlo, porque aquel amenísimo recorrido respondía al ideal estético y pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza. A propósito de aquella muestra, Álvarez Barthe había publicado Luis Sáenz de la Calzada, un ensayo biográfico, el antecedente de este análisis pictórico y que junto con él completa el estudio más exhaustivo y poliédrico que se ha hecho sobre el pintor leonés.

 

Si en el primer ensayo el autor contextualiza la vida y obra de Calzada, en este que presentamos ahora indaga en su obra pictórica, revela las claves de su lenguaje, nos descubre los símbolos de su discurso estético, ancla sus referentes y,  sobre todo, reconstruye su poética.

Las coordenadas espaciotemporales de la juventud  de Calzada son las de Moreno Villa, Lorca, Alberto Sánchez, Benjamín Palencia y otros que formaron la generación probablemente más brillante del siglo XX español. Y en esas mismas coordenadas se mantuvo a lo largo de su carrera artística. Acaso lo que pretendiera Calzada, como Salinas, Guillén o Cernuda, fuera dar carácter unitario a su obra y, como no abandonó jamás su formación científica, lejos de estar bien preparado para un mundo que ya no existía, sabía muy bien que la nueva física avalaba su audacia intelectual y estética.

 

La metodología  crítica de Álvarez Barthe resuelve cualquier  dificultad planteada por el presunto anacronismo de Calzada. Geometría de múltiples aristas,  rigor técnico y metáfora poética para desvelarnos la pintura de Luis Sáenz de la Calzada. Si la antidialéctica de la guerra cercenó todas las utopías, el Gran Teatro del Mundo continuó su representación. “Pasen y vean” , que de pintor a pintor, comprobarán que «el tiempo entra por los ojos»