Los caminos de Santiago se espejan en constelaciones peregrinas, en un zodiaco que hemos poblado, en noches seculares, de fantásticas figuras y de imágenes de los frutos que, con el sudor de nuestro trabajo, nos sostienen en este mundo que alza su mirada al cielo. Las modernas cosmovisiones incluyen una nueva dimensión: el tiempo. Nuestro contable tiempo histórico y el tiempo que peregrina misteriosamente en un espacio discontinuo.

     Así que son muchas las tradiciones que se entretejen en la iconografía de esta muestra.

Las leyendas del camino, su patrimonio, su bestiario y sus versátiles símbolos emergen

en el marco de las distintas (y aun enfrentadas) culturas que han ensayado un viaje literario

y plástico por las esferas celestes. Un viaje posible gracias al amor que,

como cantara Dante Alighieri, mueve el sol y las demás estrellas.

     Pues también se cumple la promesa de un venturoso amor en la persona que, desasosegada

y esperanzada, abandona sus ocupaciones caminando hacia el temido y anhelado finis terrae.

ADOLFO ÁLVAREZ BARTHE